Queridos amigos:
Me esforzaré en narrar los porqués de algunas canciones que incorporamos al repertorio y todavía cantamos. Cada zamba, gato, chacarera, chamamé y valsesito fueron editados por un motivo particularísimo, tienen una historia. Pero para hablar de historia, mejor remontamos a la prehistoria de Los Chalchaleros. Fue una tarde en la primavera de 1947, más precisamente en la fiesta de los estudiantes de un grupo de jóvenes salidos, en la Sociedad Rural. Aunque parezca mentira, entre esos jóvenes estábamos nosotros, los primeros cuatro integrantes del grupo, desparramados entre otros jóvenes como nosotros, sin saber que teníamos un destino común. Víctor José Zambrano (Cocho para los amigos) y Carbs Franco Sosa (Pelusa) formaban un dúo, y esa noche habían preparado unas zambitas para cantar. Por otro lado, estábamos Aldo Saravia (El Chivo) y yo (el gordo, ya desde entonces). Lejos de que existiera la pica, nos pusimos a hablar amistosamente, por lo que luego de las actuaciones quedamos en juntamos los cuatro para armar un conjunto. Como buenos provincianos, la concredón del conjunto la dejamos para el año entrante. Para ser sincero, debo decir que no sabría explicar con exactitud por qué nos autobautizamos Los Chalchaleros. Recuerdo que fue como una broma, porque cantábamos de entrecasa, y tocábamos la guitarra muy caseramente. En Salta, la denominación “Chalchalero" tiene varias acepciones. En primer lugar se denomina así al Zorzal, un pájaro que tiene predilección por comer los frutos de un arbusto llamado “Chalchar”. También se le dice Chalchalero a aquella persona a la que le gusta darse corte o se muestra vanidosa. Además, en Salta se usa la palabra Chalchalero -desde siempre- para denominar lo que ahora se llama popularmente "Trucho". Elijan ustedes, pues, el significado que más les guste; nosotros creemos que fue por un poco de cada uno. Después de meses y meses de practicar en lo de mis padres, en lo de la madre de Cocho, en todos lados, debutamos el 16 de junio de 1948 en el Teatro Alberdi de Salta. A sala repleta nos preparamos para ejecutar la Zamba del Grillo (Atahualpa Yupanqui). Era la primera vez que Los Chalchaleros tocábamos en público. Nunca me olvidaré de ese día, y no justamente porque fuera nuestro debut. Hoy lo recuerdo como un bautismo de fuego. Pelusa Franco tenía que hacer la introduccion, y de los nervios, empezó tocando tan rápido que más que una zamba parecía una cueca. Yo me le animé, lo miré fijo y le susurré serio y apretando los dientes: "Más lento...". Fue entonces cuando Aldo Saravia, que estaba a mi lado, escucha: "Adentro!..", y se largó con la primera estrófa antes de tiempo. Yo tuve ganas de tirarme encima suyo para callarlo, pero Aldito siguió para adelante, cantando como si nada, hasta que finalmente se encarriló en la melodía. Bueno... todos lo seguimos.Y así, entreveros de por medio, de golpe nos encontramos cantando frente a un grupo de amigos, relajados, divirtiéndonos, y cada estrofa salía cada vez más linda, y nosotros entonados y serenos, hasta que escuchamos un aplauso caluroso, el primer aplauso a Los Chalchas, que algunos dicen llegó hasta el cielo". Inmediatamente después del debut, el conjunto comenzó a hacerse cada vez más popular en la provincia. Así vinieron zambas memorables como Lloraré (autor anónimo), que se convirtió en el primer gran éxito del conjunto y en la primera grabación de Los Chalchas en un estudio. También El Cocherito (anónimo), La Artillera (anónimo), El arriero va (Atahualpa Yupanqui), y otras canciones populares como La López Pereyra (Artidorio Cresceri) y la Zamba de Vargas (recopilada por Chazarreta). Yo vendo unos ojos negros (canción popular) la incorporamos al conjunto en el año '50, y fue un tema que marcó un cambio en el cantar de Los Chalchas. Desde 1948 hasta 1950 cantábamos los cuatro juntos, todas las canciones. Creo que esta forma de interpretar los temas nos ayudaba a disimular un poco los errores particulares de cada uno, homogeneizaba el sonido, dándole fuerza. Pero en la primavera de 1950 nos sentíamos tan a gusto con los sonidos que iba logrando el grupo que resolvimos que uno de los cuatro cantara como solista algunas estrofas, para que todos volviéramos a cantar juntos en el estribillo. Fue entonces que alguien dijo que fuera yo el solista, y así fue. Esto cambió mi vida por completo. Una tarde, en rueda de amigos, estrenamos esta nueva forma de cantar Yo vendo unos ojos negros. En esa reunión estaba la 'Negra Arias Uriburu", una joven de piel blanca, pelo negro y enormes ojos verdes que, después de escuchamos, juró que se “pondría de novia con el gordito”. Y así fue. A los dos años de esa tarde nos estábamos casando. Con la vida en común vendrían siete hijos, de los cuales viven cinco: Carolina, Facundo, Santiago, Juan Carlos (don Juan) y Sebastián. Un párrafo aparte para Campanitas: esta canción popular la grábamos por idea de José Antonio Saravia Toledo (El Chango), quien era fanático de una grabación de Callos Gardel, que solía escuchar en su finca de Metán Viejo, y que muchas veces nos la hizo oír. Me acuerdo que la pasaba en un disco de 78 revoluciones. La formacion de Los Chalchaleros ha ido cambiando con el tiempo. Hubo exactamente 10 Chalchaleros, y cada uno le dio al conjunto su toque personal como para que, aún hoy, Los Chalchas gocen de buena salud a los 50 años de una vida de canto. En 1949, al año de nuestro debut, Aldo consiguió un puesto más rentado y menos expuesto en Orán, a 400 kilómetros de la ciudad de Salta, en el Banco de la Provincia. A nosotros nos pareció lógico que apostara a lo seguro. ¿Quién iba a decir por entonces que íbamos a vivir de esto? En su lugar entró El Chango José Antonio Saravia Toledo, que tenía mismo apellido pero no era muy pariente mío ni de Aldo. En 1950 Pelusa Sosa se va a estudiar arquitectura a la ciudad de Córdoba.
Entonces apareció Ricardo Federico Dávalos (Dicky) y dijo que quería reemplazar a Pelusa. "Dicky" era un muchacho de unos treinta años (9 más grande que nosotros), rubio, que cosechaba admiradoras en las guitarreadas cantando "hasta en inglés”. La cuestión es que Cocho quiso tomarle a Dicky un examen de ingreso. Yo le decía: ¿Te parece?, porque me parecía un poco prepotente de nuestra parte. El tema es que el examen se lo tomamos en la casa de la madre de Cocho, y Dicky se sacó un 10. Esta formacion permaneció hasta fines del 53, cuando se produce la incorporación a Los Chalchas de Ernesto Cabezas (Cabecita), que hizo un enroque con el Chango al mejor estilo de un ministro de gobierno. El Chango dejó el grupo porque quería instalarse definitivamente en Salta para ejercer su profesión de abogado. En la próxima parada, que vendría a ser el año 56, se bajó Cocho, que se cansó de viajar y de extrañar su casa y su familia. No sabíamos qué hacer. Después de pensarlo y debatirlo llamamos a Aldo, por estas alturas convertido en todo un bancario, y lo tentamos con la propuesta de volver de nuevo al grupo. Aldo, inmediata y telefónicamente nos contestó: "Ahora mismo me estoy sentando en la máquina para escribir la renuncia" Y así le dijo adiós al Banco Provincial de Salta en Orán, vestido con una ropa de gaucho prestada, mientras le hacían a nuevo nuestros típicos trajes. Es indudable que la incorporación de Cabeza, -nacido en la localidad hoy llamada Ingeniero Jacobacci-, le dio al conjunto una gran musicalidad, un sello característico en la armonía, una guitarra típicamente Chalchalera, una guitarra que hizo escuela en muchos conjuntos folklóricos que surgieron por la época. Cabeza fue a Los Chalchas el condimento exacto para que todos encontráramos un lugar determinado en el conjunto. Uno escucha esa guitarra y antes de que largue la zamba ya sabe que son Los Chalchas, desde los primeros acordes. Ya entrando en el segundo disco, figuran zambas tan importantes como "La Nochera', la primera zamba de Cabeza, que 4 años antes había ganado el segundo premio de un concurso en Salta. También la 'Zamba del Chalchalero', que también tiene su historia. Sobre la base del saludo musical, tarareo y silbido con que cerrábamos casi todos los shows, le pedimos a "Cabecita" que construyera la zamba en su totalidad, que era más o menos como darle un botón a un sastre y pedirle que con ese único detalle arme todo un traje. Fue por eso que Cabeza se tomó 4 o 5 años en terminar de componerla. Ustedes dirán si valió la espera, nosotros consideramos que si, aunque por respeto a su exquisita manera de ser, muy de vez en cuando, durante 5 años, le preguntábamos : Y él nos contestaba muy lacónicamente: ¡Ya vá!. Cuando la terminó lo llamamos a Jaime Dávalos para que le pusiera la letra, y combinamos de firmada los 5 como autores por partes iguales. En 1961 la vida nos sorprendió con un cachetazo...
Pero en el 67 es Dicky el que se va del grupo para poder disfrutar de sus nietos. El mismo Dicky convoca a Ricardo Francisco Figueroa (Pancho), un chaqueño nacido en Resistencia, peinado a la gomina, y amante de los chamamés. Pancho nos resultó divertidísimo. Nos dijeron que había un músico que nos imitaba perfecto a cada uno de Los Chalchas. Ese era Pancho, que con su dejo al hablar y cantar nos hizo enamorar del chamamé, esa música tan particular del litoral argentino. Durante los años 70 los horizontes musicales del conjunto se ampliaron enormemente. El primer chamamé que hicimos fue un boom: Merceditas (Sixto Ríos) Luego vinieron La Cerrillana (Abel Mónico y Marcos Tames). y Que seas vos (Marta Mendicute). También hicimos dos clásicos: "Angélica" y "Chiquilín", ambos temas de Roberto Cambaré. Por estos tiempos fue vital la creatividad de Cabeza. Por ejemplo, "Cabecitas propuso que tocáramos la "Zamba del Regreso" (Sergio Villar) con dos bombos. Este tipo de arreglos y matices eran los que planteaba Ernesto: jugar con la fuerza de los bombos y los silencios musicales que creaba con su guitarra. Así, sin darnos cuenta, fuimos modulando una forma de acompañar el canto, una manera muy apreciada por el público y hasta por nuestros propios colegas. Eran momentos brillantes, donde supimos compaginar la métrica perfecta de Dicky en la guitarra que era realmente un metrónomo, Ernesto con la dulzura de sus punteos, y yo que me daba el lujo de practicar un contrarritmo que me salía naturalmente, al lado de estos dos monstruos del ritmo y la armonía. En la tercera década la pegamos con un par de zambas inolvidables. Cocho y Ernesto crean la zamba Alma de Nogal, que es la primera canción de Cocho. La zamba es un homenaje a la guitarra de Ernesto, y enseguida se convirtió en un éxito. A veces Cocho bigoteaba, oteaba el público y me susurraba contento: "¡Hay mujeraje!. Por lo que entonces yo tenía que interpretar la versión "seductora" de la zamba. En este tercer disco hay canciones en las cuales cometimos, involuntariamente, algunos errores con respecto a las letras de las canciones. Por ejemplo la letra de la zamba "A qué volver” la levantamos de una grabación de Eduardo Falú. En el estribillo hay una parte que dice: "...para que duela tu ausencia...", pero nosotros entendimos "para que muera tu ausencia", y así la grabamos. Después, alguien nos hizo notar el error, pero de todas formas la seguimos cantando en nuestra “versión chalchalera". En Angélica ocurrió algo parecido: en el estribillo, la letra "verdadera" dice: "...mis brazos fueron tu nido, tu velo, la luz de la luna entre los álamos..."
Pero nosotros, que ésta vez habíamos copiado la letra de una grabación de los Quilla Huasi, grabamos "pelo" en vez de "velo", es decir, nada que ver la figura poética del velo de novia con el pelo de Angélica... Durante más de 20 años dijimos "pelo" en lugar de "velo", y nuestros fans cantaron, durante más de 20 años, ese error involuntario. Pero hace un poco más de un año empezamos a decir bien la estrofa. Con la zamba "Jamás” nos pasó algo curioso. Estábamos en Comodoro Rivadavia, y un amigo nuestro, un tal Pizarro, cantaba todo el día esa zamba. Cabeza la escuchó cantada por él, y me dijo que la música le parecía buena. "Si te gusta la letra la podríamos cantar, ¿no?". El autor era un tal Juan Carlos Speciale, alguien a quien no conocíamos. Pero la zamba nos gustó, y empezamos a ensayarla, y le quitamos una cantidad impresionante de "jamases", y finalmente la grabamos, y enseguida fue un éxito que todavía hoy dura. La cuestión es que un día, caminando por la calle, me encuentro con un amigo mío, gran cantor de boleros, muy conocido en toda América Latina como "Chito Galindo" "Chito" me paró en plena calle, me saludó y me dijo: -Te agradezco la grabación que hicieron de mi zamba". Yo me quedé helado, no sabía de qué me hablaba. - "¿Qué zamba?" le pregunté boquiabierto. -"¡Jamás!" me contestó Chito contento. Ahí mismo no supe si pedirle primero disculpas o permiso... Nosotros habíamos cambiado la letra sin su autorización, porque no sabíamos ni remota mente que Chito era el tal Speciale. Pero gracias a Dios Chito estaba totalmente de acuerdo con la "versión chalchalera" de su tema. Así, de esta forma, Los Chalchaleros fuimos eligiendo el repertorio de cada disco, de cada show. Nunca nos fijábamos quién era el autor de los temas. Si nos gustaba, la cantábamos, y después preguntábamos de quién era. En los años ochenta también nos acompañó la suerte, y fuimos protagonistas de éxitos muy importantes, además de canciones nuestras como la Zambita del patio i tierra, de Polo y Marcelo Ferreyra; o el vals Plaza 9 de julio, que hicimos con Pancho. A este valcesito lo recuerdo con especial cariño porque refleja una época maravillosa de mi vida, cuando tenía 17 ó 18 años y era un muchacho alto, flaco, y buen mozo, en realidad una pinturita, ese muchacho que todos tenemos en un rincón del corazón. En ésta época surge la famosa zamba La guitarra perdida, compuesta por Ernesto Cabeza y el poeta salteño José RÍOS. Esta zamba nació la noche que le robaron del auto la guitarra a Ernesto. Cuando se enteró Ríos casi se pone a llorar, entonces escribió un poema llamando a la guitarra, un poema al que suscribimos todos, porque realmente la guitarra de Ernesto era un instrumento de lujo, casi angélical. Pero el cuento no termina ahí. Un día, como a los 10 años del incidente del robo, yo me reencontré fugazmente con la vieja guitarra de Ernesto en un estudio de Radio Splendid en el que tocábamos nosotros, y luego una orquesta de tango...
Después de las presentaciones, reconocí la guitarra sobre un piano de cola, salí corriendo del estudio a buscar a Ernesto, pero cuando volvimos la guitarra había sido enfundada y cargada por su nuevo dueño, a quien no pudimos conocer, ni siquiera preguntarle si la había robado o comprado... Supongo que esa mágica guitarra todavía debe seguir dando musicales sonidos. En el verano de 1980 algún otro ángel volvió a quedarse dormido, y un médico nos diagnosticó que Cabeza sufría de un cáncer de esófago. Recuerdo que estábamos en Mar del Plata, en plena temporada, y el golpe fue durísimo. Cabeza murió el 21 de septiembre de 1980. Fueron nueve meses de lucha, de visitar al Padre Mario, de parir su propia muerte, que llegó un 21 de septiembre tan importante y decisivo para el grupo como aquel en que Los Chalchaleros fueron gestados. Durante los 2 siguientes años Los Chalchaleros fueron 3: Polo, Pancho y yo. Ernesto era irreemplazable física y musicalmente. Y no sólo nos dejó su alma en el conjunto. También nos dejó a su sucesor... Cuando enfermó, en enero del 80, teníamos programada una serie de giras por América (Perú, Ecuador, Colombia y los Estados Unidos). Fue por eso que Cabeza me pide un favor: "llévalo a Facundo en mi lugar”. Por ese entonces Facundo estudiaba agronomía y cantaba folklore con Los Zorzales, que eran sus hermanos Santiago y Juan. Así empezamos tocando de vez en cuando con Facundo, y siempre los tres. Muchas veces dejábamos un espacio en el escenario con un micrófono vacío, como si estuviéramos los cuatro cantando. Mientras tanto a Cabeza se le iba apagando la voz, y no sólo ya no cantaba: prácticamente no podía tragar la comida. Pero seguimos adelante como quería Ernesto, y como nos lo pedía el público. Después de su muerte, Facundo nos empezó a acompañar cuando su carrera universitaria se lo permitía. Hasta que en los clubes y festivales ya nos pedían por contrato al chico. En 1983 Facundo Saravia, mi hijo mayor, ya forma parte del elenco estable de Los Chalchas, atrayendo consigo a una multitud de jóvenes que comenzaron a interesarse por el folklore. Desde el momento en que conocieron sus canciones y zambas: Una zamba que trata sobre la desilusión y la soledad que acarrean las drogas (El resplandor), una canción para nuestro país (Una canción de aquí), y una chacarera que intenta convencer a los jóvenes de que el folklore no es una música de y para gente grande (Si de cantar se trata), entre otros temas. La repercusión del ingreso de Facundo a Los Chalchas fue tal, que en 1995 se vio obligado a editar un disco como solista (Transparencias"), y otro más al año siguiente ("Artesanos de la voluntad"). De todas formas, la ausencia de Ernesto nos había afectado emotiva y sonoramente. Es decir: empezamos a sonar distinto, y nosotros lo sentíamos como quien siente que está cambiando la piel.
En lo personal, debo admitir que poco a poco fuí dejando de hacer el contraritmo característico de aquellos años mozos de Los Chalchas. La Zamba a Los Chalchas nació para cuando el grupo cumplió 40 años de canto, y lo festejamos con 4 recitales en el Teatro Opera de Buenos Aires. Recuerdo que Pancho me comentó que había creado una melodía, y me pidió que le pusiera la letra. Pues bien, entonces hice la letra. Pero Pancho después le agregó un par de cosas, y no quedó del todo conforme con el resultado final. Entonces Pancho guardó su música y yo le pasé mi letra de la Zamba a Los Chalchas a Facundo, y él le puso la música. La zamba es un homenaje a los 10 integrantes de Los Chalchaleros, por riguroso orden cronológico de aparición. Con lo que había quedado de la primera, melodía, Pancho creó la Zamba a Pucará. Después de grabar durante casi 40 años en R.C.A. Victor, resolvimos cambiar de sello discográfico. Entre otras cosas, porque de un día para el otro la marca dejó de llamarse Víctor, y quedó solamente R C A. Al tiempo, suprimieron el perro del famoso logotipo del perrito escuchando la voz de su amo por la bocina de la vitrola, y finalmente, cambiaron R.C.A. por B.M.G. Tanto cambio nos mareó: extrañábamos al perro, y el nuevo nombre se parecía más a una marca de autos lujosos que a nuestra vieja compañía grabadora. Aprovechamos los aires de cambio, y le comunicamos al sello que queríamos terminar el contrato, que vencía al año siguiente. En la grabadora estuvieron de acuerdo, pero nos pusieron una condición: que grabáramos un disco más, y recién ahí quedaríamos libres". Esa imposición no nos gustó para nada, pero finalmente aceptamos. Nos pusimos a pensar, maliciosamente, cómo podíamos jorobados, y resolvimos que lo haríamos grabando todo el disco con canciones nuestras, imaginando que no vendería mucho casi deseando que fuera un fracaso total en las gateras. Pero como las cosas mal hechas nunca salen bien para el que las hace, ese disco (que se llamó 'Si de cantar se trata") fue un éxito total en los años 80, estuvo rankeado durante meses entre los 15 primeros, y muchas de aquellas canciones todavía hoy las seguimos cantando. De R.CA. pasamos a Microfón, donde estuvimos dos años. De ahí nos mudamos a M y M, donde grabamos durante otros dos años. Había algo que no cerraba: estos sellos nos decían que Los Chalchas éramos artistas de catálogo, que no vendíamos más de 1000 copias por disco. Pero nosotros nos dábamos cuenta de que en los shows la gente nos iba a ver con los discos en la mano para que se los autografiáramos, y ahí es donde las cuentas no cerraban. Entonces, asumimos nuestra mayoría de edad, y nos animamos a producimos por nuestra propia cuenta. Aprovechamos una gira por Europa y grabamos en Colonia, Alemania, el primer compacto independiente de Los Chalchas (“En Europa”). Al año siguiente hicimos lo mismo. Al mismo tiempo, Facundo y Polo quisieron darme la sorpresa de preparar un show en el Teatro Opera de Buenos Aires, para festejar los 40 años del conjunto.
Pero el teatro les ofreció tres noches, o nada. Ellos, desanimados y asustados por el riesgo de lo que implicaba afrontar un desafío como ese vinieron a contarme la idea, que masticamos entre los cuatro, y nos animamos a aceptar el compromiso. Desde entonces, nos damos el lujo de tocar, una vez al año, en uno de los teatros más taquilleros de la calle Corrientes. Los años noventa encontraron la formación actual de Los Chalchaleros: Polo, Pancho, Facundo y yo. En nombre de los cuatro, quiero dejar como testimonio de admiración a sus autores canciones de Polo Giménez, la peruana Chabuca Granda, don Atahualpa Yupanqui, la chilena Violeta Parra, el Chango Rodríguez, el colega Ignacio Anzoátegui, los Hermanos Abalos, Eduardo Falú, Jaime Dávalos... en fin, nuestros compañeros de ruta. La empresa que nos edita y distribuye los discos es D.B.N. (Distribuidora Belgrano Norte). Las canciones de éste disco (“Una Leyenda”) fueron grabadas en sistema digital, en un estudio de grabacion de la Biblioteca Nacional de Ciegos, que tiene los más modernos equipos de grabadón, y técnicamente dirigidos por Jorge Beren, amigo y colega en los controles. Si esta colección les gusta es por que elegimos bien las canciones y porque todavía cantamos lindo, y si no les gusta es por culpa de Jorge, del estudio de grabacion y de la Biblioteca Nacional de Ciegos. Evoquen, entonces, el sonido de la guitarra de Ernesto Cabeza con todo su encanto, de la voz de Dicky Dávalos, de los bombos de Aldo y Cocho, del punteo de los 3 primeros discos en 78 revoluciones, que grabamos con el Chango Saravia Toledo, y de toda la nostalgia que significa para mí el recuerdo constante de haber convivido todos los detalles de una vida de canto con cada uno de ellos. Y de ustedes. Gracias,
Juan Carlos Saravia