Hace 50 años, un muchacho tímido, poco hablador, pero buen guitarrero había escuchado en alguna peña trasnochada de Salta a otros cuatro vestidos de gauchos y con ponchos rojos, que insistían en llamarse Chalchaleros. Pensó, tal vez se dijo varias veces, que algunas de sus condones les faltaba profundidad musical. Pensó, tal vez se dijo varias veces, que él podía aportar algunos arreglos. O cantar con ellos hasta el amanecer. Ernesto Cabeza tenía 26 años Sus ojos miraban al suelo cuando Dicky Dávalos le habló de entrar en el conjunto en el lugar de Saravia Toledo. Aún con los amigos no podía evitar su timidez Pero en realidad estaba contento. Hijo de padres españoles, nació el 3 de Diciembre de 1923 en Huauel Miyeo, provincia de Río Negro, un pequeño pueblito donde su padre trabajaba como ingeniero civil. A los 4 años su familia se fue a Salta, radicandose en Guamas. Allí aprendió el sonido de las guitarras, de los bombos y las cajas, de las quenas y los sikus. Finalizó sus estudios en Campo Quijano y conoció el trabajo en el ingenio El Tabacal. Fue el noveno de 12 hermanos que nacieron en distintos puntos del país, todos amantes de la música. Su padre tocaba cinco instrumentos, uno de sus hermanos es violinista en la Orquesta sinfónica de Puerto Rico. En 1953 va a Buenos Aires con Los Chalchaleros, pero en Haedo conoce a la maestra de sus sobrinos, María Modesta Vidoria Almada (Marimó)y se casa. Tuvo 6 hijos: María Modesta (Mariquita), María de la Nieves (Embebes), Silvina (Colelu), Emesto (Paco), Dolores (Lola) y Margarita. Anteriormente estuvo casado con Ruth Arancibia con la que tuvo dos hijas. Músico profundo, renovador, le dió a Los Chalchaleros un vuelo melódico e instrumental que engrandeció al conjunto. Introvertido, callado y tímido expresó con su instrumento y en sus composiciones toda su riqueza interior. Era el Chalchalero que nunca habla al menos públicamente y con los extraños. En la intimidad era bromista, cálido y dedicado a sus pocos amigos, entre pocos amigos, entre ellos el peluquero y el ferretero de su barrio de Haedo, con quienes se juntaba a guitarrear. Muy cariñoso con los hijos, estos recuerdan que solía irse de viaje con una pequeña valija para volver con un gran equipaje lleno de regalos para todos. Cuando no actuaba, dividía su tiempo entre una de sus afidones preferidas, la carpintería, o estudiando música. Otra de sus afidones eran los autos antiguos. Dentro de la música, encontró en Martínez Zárate a su maestro, y transitó los ámbitos de la música clásica; y tenía espedal predilección por el flamenco, que seguía perfeccionando con un profesor. La música, y especialmente la guitarra, fue lo más importante de su vida. En su casa tenía una sala de música, donde hay un piano, 10 guitarras, bombos, un órgano, flautas, castañuelas. Allí con su mujer y sus hijos, pasaba largas horas ensayando. Incluso en el año 1970, toda su familia, grabó un disco con un villandco de Saravia y Cabeza. Según Juan Carlos Saravia: Era tan tremendamente modesto, que ni siquiera, después de estar tantos años con nosotros no nos pasaba temas, teníamos que pedírselos nosotros... y sacárselos con sacacorchos. La guitarra y él se unieron, logrando una simbiosis donde no se sabía donde comenzaba uno y terminaba el otro. La tocaba levantada, apoyada sobre su pecho. De entonces en más, los grandes éxitos enredados en los flecos de su poncho salteño, envolvieron a Los Chalchaleros hasta el año 1980, que le marcó un nuevo destino.